Blogia
Associació Cultural Catalunya - El Salvador

primeras impresiones en El Salvador

por Andrea Bilbao

Mi avión aterrizó en San José de Costa Rica un viernes, en tres días tenía que llegar a El Salvador. En vez de “agarrar” un cómodo autobús, con aire acondicionado y asientos reclinables que recorre Centroamérica en un día, pensé hacer el viaje por mi cuenta.

Nueve autobuses y 57 horas más tarde, llegaba a la frontera de Honduras con El Salvador, un asombroso pasadizo lleno de gente, cambistas que te acosan a cada paso, vendedores ambulantes de todo tipo, pupuserías, niñas con baldes de agua y gaseosas sobre sus cabezas... y ni rastro de puesto fronterizo.

Nadie sabía dónde tenía que sellar mi pasaporte: “ay mire que no sé seño, pregunte un poco más adelante”. Por fin, un imponente policía armado con un todavía más imponente fusil M16 me registró las maletas, examinó concienzudamente mi pasaporte, miró repetidas veces la foto y mi cara, mi cara y la foto y me preguntó tres veces si yo era española.

Después, impasible, me dijo que de sello nada, que Honduras y El Salvador habían firmado un convenio y que podía circular entre los dos países sin ningún tipo de trámites. Mi espíritu aventurero estaba por los suelos.

La llegada a San Salvador fue aún más intimidante. La estación de oriente es un enorme laberinto de puestos de frutas, zapatos, maquillajes, ropa. Todo el mundo grita, los autobuseros, “San Miguel, San Miguel”, los vendedores “a cora, a cora, a cora”, los taxistas, los niños. Allí pude agarrar uno de los autobuses suicidas que recorren la capital, saltándose semáforos, adelantando sin compasión, invadiendo carriles contrarios, circulando a 120 km por hora… y todo a ritmo trepidante de reaguetton.

Cada vez que te levantas un par de minutos antes para que el conductor vea que efectivamente te quieres bajar en la próxima parada, paradas misteriosas que nunca están señalizadas pero que todo el mundo parece saber dónde están, es como estar en una de esas tazas volantes del parque de atracciones, agarrándote con fuerza a las barras del autobús y concentrándote para no soltarte y caer encima de alguna de las señoras sentadas.

Al pasear por las calles de la ciudad te das cuenta de la sensación de miedo que invade a toda la población salvadoreña. En cada esquina, guardas armados con fusiles, pistolas 9 mm, M16, custodian cada metro cuadrado de la capital. La delincuencia en este país es ciertamente espeluznante, 10 homicidios diarios, robos, violaciones, extorsiones, secuestros, que los medios de comunicación se encargan eficazmente de airear.

Sin embargo, todo parece resumirse al fenómeno de las maras. Un clima de terror del que están sacando tajada las empresas de seguridad, que han aumentado de 130 a 340 en los tres últimos años, y como no, el gobierno, que promueve planes como “el súper mano dura” o llega a plantear la necesidad de un toque de queda en las principales ciudades para evitar la delincuencia.

En poco tiempo te das cuenta de que excepto la “burbuja universitaria”, reducida, el resto de gente joven sólo tiene una posibilidad de futuro: emigrar a los Estados Unidos. El cuñado de Xochilt, una de mis compañeras en la Secretaría de Comunicación, emprendió el viaje hace dos meses. Primero Guatemala, después llega la frontera con México, “ahora está ya en Oaxaca”, y después silencio.

Un enorme operativo de la policía fronteriza ha detenido cerca de 200 emigrantes centroamericanos en Oaxaca. Les torturan, les roban el dinero que traen consigo, violan a las mujeres. Mandos policiales reconocen a los diarios que hay policías que se desplazan a la frontera durante esas redadas para aprovecharse del botín y sacar un extra sueldo.

Xochilt no sabe nada ni de su cuñado ni de su amigo, “pero yo creo que ya habían pasado Oaxaca”, dice. Carlos emigró a Los Ángeles hace dos años con su hermano. A los dos meses, le deportaron. Ahora trabaja limpiando un hostal y llevando a gente en un pick up de vez en cuando. Debe todavía 2500 dólares del viaje y sueña con volver de nuevo a los Estados Unidos. Su hermano sigue allí. Trabaja en una fábrica textil de 6h de la mañana a diez de la noche, los siete días de la semana por 7 dólares la hora. “Trabaja mucho, pero por menos envía dinero a casa”.

Parece un guión sacado de una película de Ken Loach, pero desgraciadamente, esta es la historia cotidiana de muchas familias salvadoreñas.

2 comentarios

Jeagia -

Hola Andrea,

Que interesante leer las impresiones de una extranjera en El Salvador, porque el retrato de una sociedad que vive con un miedo permanente en el cuerpo (que es parte de la cotidianeidad de todo salvadoreño), no deja de sorprender, aun cuando yo misma experimenté ese miedo constante durante los 32 años que viví en ese país. Pero este retrato de una parte de la realidad, no es la realidad de un país entero. Sin ánimo de juzgar si éste es el "verdadero" El Salvador o no, que sepas que tus experiencias de viaje son un reflejo exacto, sí, de una forma, de un estilo de vida común en El Salvador, pero que también es propio de las circunstancias, de los medios, de los entornos en los que te movías mientras estuviste allí.... La "burbuja" universitaria (supongo que te refieres a ese estrato de la sociedad salvadoreña que tiene la posibilidad de acceder a la formación universitaria) en efecto, es un sector de la sociedad privilegiado, pero lamentablemente, el que tampoco ése tiene garantizado el poder permanecer y subsistir en un país de altos contrastes sociales y económicos como es éste. Ojalá hasya podido volver en mejores circuntancias, con otros medios, para que hasya tenido la oportunidad de conocer esas muchas otras caras que El Salvador puede mostrarte.

Saludos cordiales,

Jeagia desde Barcelona.

Carlos -

Andrea... leyendo tu escrito encuentro cómico que lo que para ti es tan excepcional para cualquier salvadoreño es el pan de cada día... Fantástica forma de narrar la desidia de este país que para muchos europeos se convirte en la añorada aventura del tercer mundo.
El Salvador no es tan malo, jajaja, hay gente buena y valiente "porque otro pueblo ya se abría muerto".
Saludos