Benjamín Saúl
por Jasmine Campos
La Sala Nacional de Exposiciones de San Salvador mantendrá abierta hasta el 14 de enero, la exposición de escultura del maestro español Benjamín Saúl, piedra angular en la historia de la plástica salvadoreña.
La muestra fue inaugurada en el marco de la tercera edición del Festival Escultura es Cultura, organizado por el grupo THEA Escultores, que clausuró oficialmente la edición 2006 el pasado 30 de noviembre, pero que decidió prorrogar la exposición de Benjamín Saúl debido a su importancia.
La muestra reúne bocetos del artista, reproducidos por los miembros del grupo THEA en las paredes de la Sala Nacional y una colección de piezas en bronce, inspirados en el mar y la figura femenina, que pertenecen a la viuda del escultor, María Esther Méndez.
Nacido el 27 de junio de 1924 en Monforte de Lemos, provincia de Galicia, al norte de España, Benjamín Saúl creció siendo el hijo menor de una familia dedicada a la cerámica. Estudió en la Real Escuela Superior de Bellas Artes “San Fernando” en Madrid y junto a José Planes. Gana su primer premio en 1949, en el concurso de las Cuatro Escuelas Superiores de España con la obra en terracota “Cabeza de mujer”.
Su destacada carrera lo llevó de España a países como Italia, Francia, República Dominicana y El Salvador, en donde se afincó desde finales de 1963. Aquí ocupó diversos cargos culturales y universitarios, pero el más importante es el de la Dirección de la Escuela de Artes Plásticas, desde la que dinamizó la actividad escultórica del país.
A Saúl se le reconoce como un enamorado de la figura humana, especialmente la femenina, aunque su obra monumental localizada en diversos puntos del país, aborda distintos temas, como por ejemplo: las tres figuras de bronce del Parque Central de Zacatecoluca, dedicadas al prócer José Simeón Cañas; y el “Monumento al mar”, hecho en piedra artificial y ubicado en el redondel frente al antiguo edificio de la Embajada de Estados Unidos.La exposición que ahora se exhibe en la Sala Nacional constituye un reconocimiento al talento artístico y a la labor formadora, que convirtieron al escultor gallego en una figura sin precedentes y un parte aguas en la historia de la plástica salvadoreña, cuyo capítulo cierra en 1980, cuando se suicida a los 56 años de edad, pero que llega a las nuevas generaciones gracias al legado inmortal del artista.
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