te asaltaron
por Carlota Castellanos
Pensé que te habrían robado el carro y que te habrías dado cuenta al salir de una tasca, o de casa de alguien... Mi experiencia con carros robados se limita a un par de amigos que, víctimas de un maleante de segunda categoría, habían dado con su medio de transporte un par de días después, en otro barrio. Es por eso que te dije, en broma, que acababa de comprarme un carro igual al tuyo. Maldita la gracia.
Pero más que la historia, me han impresionado tus silencios. Justo cuando estabas llegando a casa, después de trabajar, te obligaron a punta de pistola a estirarte en la parte de atrás del carro. Y te putiaron. Y te golpearon. Uno iba tatuado, poca broma. Tuviste que darles todo todito todo: la laptop, el celular, el iPod que te había prestado un amigo, el dinero, las llaves de casa... Te salvó andar, como siempre, sin gasolina, así que tuvieron que soltarte unas cuantas cuadras más allá sin que pudieran llegar cumplir sus amenazas. Pero tampoco ante lo peor caíste en la tentación de creer en Dios, así que te has confirmado (en ateísmo), felicidades.
Solo y sin nada, en San Salvador, lo peor es enfrentarte a la dura realidad del miedo: mujeres que no quieren ni que te acerques, oídos sordos a tu "disculpe, acaban de asaltarme". Al final un vigilante te presta su teléfono y llamas a la policía. Pero ahora lo más urgente es cancelar tarjetas y contactar con alguien que pueda ayudarte porque -ya lo has comprobado- si no tienes nada, no eres nada.
Jamás imaginaste que poner una denuncia fuese tan ridículo. El agente parece no haber superado ni el noveno grado. ¿Cómo se escribe Hyunday? En la denuncia los acentos brillan por su ausencia; uno más de los incontables detalles que te llevan a confíar poquísimo en volver a ver tus cosas. De hecho a esas horas puede que el carro ya esté desguazado y repartido entre tres o cuatro talleres. O que lo hayan escondido en un almacén, para exportarlo. O que, después de ponerle gasolina en la Shell o la Texaco de tu colonia, ya hayan cometido algún delito con él... A saber.
Te has salvado, lo cual no es poco. Pero has perdido miles de fotos y documentos personales. Duele. ¡Y cuánto cuestan el carro y la laptop! Nadie te ha regalado ese pisto. Duele mucho. Ahora tienes miedo a volver casa y mañana, por supuesto, tendrás que tomarte el día libre en el trabajo para poder resolver los volados burocráticos. Pero bueno, al menos en esto sí, la denuncia te servirá de algo.
Con tanto tiempo para pensar -esperando en colas oficiales- y con tanta pregunta -demasiado morbosa para tu gusto, en ocasiones- te da por pensar que este país es una mierda y te invaden las ganas de abandonarlo. Sólo aspiras a encontrar un lugar tranquilo, un país normal. Pero en todas partes hay asaltantes, al fin y al cabo. Tal vez te conformes con un apartamento en esa zona de las afueras con perímetro amurallado y seguridad 24 horas...
Estás serio y no dices mucho pero tus silencios se entienden perfectamente. Sobrevuelan la indignación -a veces incluso el asco- y esconden flashes bien desagradables. No hay palabras. Pero puede que la semana que viene, cuando la cotidianeidad corra de nuevo por tus venas, te siga apeteciendo ayudar a cambiar este país. Y dentro de un mes, como mucho, volverás a defender con vehemencia que, a pesar de tantas cosas malas, El Salvador vale la pena. Porque lo que pasa aquí... vamos, ni Almodóvar.
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Roberto Colorado -